Me despido, compañera. Y jamás te odiaré, pues aprendí
que de todo lo malo se puede sacar algo bueno y rememorando los primeros
capítulos de mi vida abrazándome a
aquella mujer que me levantaba cuando caía, que confiaba en mí cuando fallaba,
la que me defendía cuando todos me señalaban hasta el día que todo se torno
gris y rompía a llorar todas las noches, entrar en detalles sólo creara
nostalgia pero eso tú lo sabes mejor que yo, pues has estado susurrándome al
oído desde el día que estallo mi primer llanto de recién nacida, hasta mi
final.
Decidí ceder muy joven, junto a ti la vida parecía fácil
en la rutina, aburrida en los buenos momentos, ¿sabes a lo que me refiero? No
tenía a nadie nunca, siempre estuve sola.
Intenté ignorar mi dolor que aumentaba con el paso de los años entonces
aprendí que hay que vivir con lo que se tiene. Me abrazaba en los malos
momentos, rellenaba cada carencia con fantasía escrita y los días de lluvia
para no sentirme sola creé mi propia banda sonora y así jamás escuche lo que
decía mi corazón.
Pero el final llegó y todo mi legado son estos párrafos
y mi último adiós; vieja amiga.
Amalia.