Empezó con una mirada, sonrisas de desconocidos intentando
conocerse, tu mano acercándome a la cama. Nuestros cuerpos colisionando,
sosteniéndonos la mirada. Inventando un nuevo lenguaje para el que no se
necesitaban las palabras, memorizando tus caderas en movimiento, derrapando por
tus curvas, contando el cielo en tu espalda, invirtiendo en caricias sin
escatimar. El cigarro en tus labios
mientras tumbados en el tejado imaginábamos quién podría alcanzarnos en nuestros
viajes a la luna, el éxtasis más ansiado, embriagados por el fresco sabor del
mediterráneo. Sin embargo queríamos más, despacio pero con prisa nos quitábamos
la ropa al anochecer y nos vestíamos al amanecer, rompiendo con las costumbres,
mientras tus brazos resbalaban por mi cintura, tus labios pedían que aquello
fuera eterno despertando nuestros más oscuros instintos primitivos. Como dos
animales, como dos estrellas fugaces efímeras hundiéndose en el mismo
cuerpo. Éramos la envidia de la luna que
se sentía cada vez más sola al observarnos tan enamorados pidiendo más,
enloqueciendo con el sonido de tu risa.
Y el tiempo se
apoderó de nosotros, las prisas nos atraparon, el vuelo cada vez más
traicionero hasta estrellarnos contra el suelo. Y aquí me tienes, pausando
momentos, hurgando en la herida, maldiciendo los abriles.
(Amalia)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario