Hablamos de paseos nocturnos y de pensamientos profundos, de
intentar distraerme con la cremallera de la sudadera, de labios rojos pero menos que mis ojos, de
litros de vodka y litros de lágrimas. Hablamos de tus pupilas, de tus jodidas
clavículas y acantilados al borde de tus labios. Hablamos de desolación, de la ciudad
transformada en desierto, del único oasis que me puedo permitir; las azoteas.
Hablamos de utopías que empiezan en mis pies y acaban en la luna. Las estrellas
en alerta suplicándome que no la moleste esta noche con mi corazón roto.
Hablamos de querer olvidar, de ignorar y preguntarle a luna por qué cada vez
más infelices. Hablamos de esperar, el incomodo silencio antes de romper a
llorar. La voz de la salvación portadora de malas noticias, confirmando que la
nueva generación de ángeles caídos descendientes del demonio habitamos en la
tierra, reclutando jóvenes rotos y arreglándolos como podemos con versos de
dolor y súplicas.
(Amalia)