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viernes, 7 de febrero de 2014

Día 1048.

Dicen que ya nada es como antes.
Que no amanece,
que no anochece.
Que no hay café por las mañanas,
ni cerveza por las tardes.
Dicen que desde que nos separamos,
los árboles susurran con impaciencia (y angustia).

Será el viento, que los abraza violentamente.
Haciéndoles hablar (o gritar).

Dicen, digo (que más da)

O será que nunca apareciste,
y que fuiste un dulce sueño,
con un final de pesadilla.
Pero para ser tan irreal,
aún recuerdo tus clavículas,
salientes y amenazantes.
Y tu perfume dulce,
tentador (como el veneno).
Tus ojos vivaces.
Tu boca provocadora (e inocente).
Tus andares nerviosos (pero seguros).
Las noches con tus lujosos vestidos (sin tirantes).
Tus labios rojos,
mis ganas de pasar la vida entre tus brazos.

El vértigo que me producían tus tacones.

Pero lo mejor,
era el despertar.
Después de ver el sol ocultarse,
y toda una noche de expedición  (por tu cuerpo).
en mi mente quedaban grabados cada uno de tus lunares.
Bonitas puestas de sol se quedaban,
besándonos, atrincherados entre tus sábanas.

Prometiéndonos amor eterno.

He llegado al punto de rendición.
Después de vagar por el desierto,
pensando en el paraíso que perdí,
me acostumbre al eterno invierno.

Ay, cielo. Día 1048 desde que te perdí.


(Amalia)

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