Visitante Número:

domingo, 25 de mayo de 2014

Mi último adiós;

Desesperadamente y aferrándome a mi último grado de cordura escribo el último fragmento que da paso a mi muerte, mi puerta al más allá y sobre todo el enfoque de una vida mal vivida, estás son las últimas gotas del elixir que calma las almas mortales y te las escribo a ti; a la peor sensación que existe, el gusto amargo de la vida aquel que todos encuentran, la sorpresa  que se torna en pesadilla y te atormenta viviendo en tu nuca constantemente, a ti que hiciste de mis noches infiernos sin final y días vagando por desiertos en los que solo me encontraba yo con mis miedos.

Me despido, compañera. Y jamás te odiaré, pues aprendí que de todo lo malo se puede sacar algo bueno y rememorando los primeros capítulos de mi vida abrazándome  a aquella mujer que me levantaba cuando caía, que confiaba en mí cuando fallaba, la que me defendía cuando todos me señalaban hasta el día que todo se torno gris y rompía a llorar todas las noches, entrar en detalles sólo creara nostalgia pero eso tú lo sabes mejor que yo, pues has estado susurrándome al oído desde el día que estallo mi primer llanto de recién nacida, hasta mi final.

Decidí ceder muy joven, junto a ti la vida parecía fácil en la rutina, aburrida en los buenos momentos, ¿sabes a lo que me refiero? No tenía a nadie nunca, siempre estuve sola.  Intenté ignorar mi dolor que aumentaba con el paso de los años entonces aprendí que hay que vivir con lo que se tiene. Me abrazaba en los malos momentos, rellenaba cada carencia con fantasía escrita y los días de lluvia para no sentirme sola creé mi propia banda sonora y así jamás escuche lo que decía mi corazón.
Pero el final llegó y todo mi legado son estos párrafos y mi último adiós; vieja amiga.

Amalia.



jueves, 15 de mayo de 2014

Mi desastre

                                                                                      15 de mayo de 2014

No merece un título tan esperanzador y lleno de promesas como el de "mi vida". Técnicamente son dos palabras simples, pero todos sabemos a lo que se refiere. "Tu vida", "mi vida" dos mundos que se rozan pero a la vez tan lejanos, prácticamente todo se resume en decisiones y recuerdos.

Yo me sentaba en los bancos a observar, ellos crecen en completa ignorancia encerrados en sus propias jaulas de cristal, cuatro espejos forman la pared y esos son sus límites. ¿A qué me refiero? ¿Qué reflejan esas cuatro paredes? Ellos, ellos, ellos y ellos. Son sólo ellos, nadie más interfiere. Sus vidas giran alrededor de su ombligo, sus decisiones y sus preferencias.

Siempre supe que aquella jaula de cuatro espejos jamás existió para mi. Fui un pájaro desorientado arrastrado por los fuertes vendavales, sin rumbo fijo o tal vez muy lejos de mi verdadero hogar.

Puede que solo sea una pieza defectuosa de fábrica o demasiado sensible para entender vuestro estilo de vida. Puede que la rutina me golpeé tan fuerte que no me queden fuerzas para reivindicarme. Puede que sólo sea una etapa de mi vida, que sea un ángel demasiado puro para este planeta o incluso un demonio con el interior en llamas que se autodestruye convirtiéndose en ceniza.

Tal vez el sentido de mi vida sea justo ese, que no tiene sentido. Seré fugaz como el cigarro que calma los nervios achicándose con cada calada, siendo fuego y humo por toda la eternidad. Seré una carta de amor sin remite, aquellas que no son correspondidas. Seré el jinete que sin rumbo despierta al ocaso, seré tus ojos llorando cada anochecer, tu cuerpo desnudo con cada curva. Seré un libro de dos tomos; el principio y el final.

Olvídate de hacerme feliz, soy el cuento que provoca pesadillas y bienvenido a mi vida, quiero decir, a mi desastre.

Atte,

Amalia.

viernes, 2 de mayo de 2014

Maldiciendo los abriles.

Empezó con una mirada, sonrisas de desconocidos intentando conocerse, tu mano acercándome a la cama. Nuestros cuerpos colisionando, sosteniéndonos la mirada. Inventando un nuevo lenguaje para el que no se necesitaban las palabras, memorizando tus caderas en movimiento, derrapando por tus curvas, contando el cielo en tu espalda, invirtiendo en caricias sin escatimar.  El cigarro en tus labios mientras tumbados en el tejado imaginábamos quién podría alcanzarnos en nuestros viajes a la luna, el éxtasis más ansiado, embriagados por el fresco sabor del mediterráneo. Sin embargo queríamos más, despacio pero con prisa nos quitábamos la ropa al anochecer y nos vestíamos al amanecer, rompiendo con las costumbres, mientras tus brazos resbalaban por mi cintura, tus labios pedían que aquello fuera eterno despertando nuestros más oscuros instintos primitivos. Como dos animales, como dos estrellas fugaces efímeras hundiéndose en el mismo cuerpo.  Éramos la envidia de la luna que se sentía cada vez más sola al observarnos tan enamorados pidiendo más, enloqueciendo con el sonido de tu risa.

 Y el tiempo se apoderó de nosotros, las prisas nos atraparon, el vuelo cada vez más traicionero hasta estrellarnos contra el suelo. Y aquí me tienes, pausando momentos, hurgando en la herida, maldiciendo los abriles.

(Amalia)

lunes, 3 de marzo de 2014

Que te prometo que me das igual, pero que vuelvas.

No puedo concederme el honor de clasificarme como poesía, tampoco el honor de sonreír. ¿Qué me está pasando? Cada vez queda menos paciencia. La agoté toda al esperarte. Hace 100 noches que no salgo a volar, que no siento bondad y cada vez me vuelvo más misántropa. Con el corazón a 30 bajo cero y la mirada más rota que nuestro álbum de fotos escucho el contestador todas las noches. Con la voz cortada y los labios partidos tu voz me estabiliza y me arropa las noches de luna llena. Cuando más lo necesito, cuando la bestia de mi interior se manifiesta me tranquiliza.

Y dibujo con las manos el principio de mi boca, preguntándome a donde van los gemidos extraviados y el final de tus labios impacientes donde comienzan los míos. Pero yo me engaño a mi misma diciendo que ya no me aterra tenerte, que tu luz está de vacaciones lejos de mi. Y las curvas de tus caderas en reformas y yo más perdida que un turista por el sendero de tus ojos.

Que te prometo que me das igual, pero que vuelvas.

(Amalia)


miércoles, 26 de febrero de 2014

Hablamos de...

Hablamos de paseos nocturnos y de pensamientos profundos, de intentar distraerme con la cremallera de la sudadera,  de labios rojos pero menos que mis ojos, de litros de vodka y litros de lágrimas. Hablamos de tus pupilas, de tus jodidas clavículas y acantilados al borde de tus labios.  Hablamos de desolación, de la ciudad transformada en desierto, del único oasis que me puedo permitir; las azoteas. Hablamos de utopías que empiezan en mis pies y acaban en la luna. Las estrellas en alerta suplicándome que no la moleste esta noche con mi corazón roto. Hablamos de querer olvidar, de ignorar y preguntarle a luna por qué cada vez más infelices. Hablamos de esperar, el incomodo silencio antes de romper a llorar. La voz de la salvación portadora de malas noticias, confirmando que la nueva generación de ángeles caídos descendientes del demonio habitamos en la tierra, reclutando jóvenes rotos y arreglándolos como podemos con versos de dolor y súplicas.






(Amalia)                                                  

                        

sábado, 15 de febrero de 2014

Las luciérnagas que volaron

Todos se han convertido en lo que nunca querían ser. Autómatas de frío engranaje y corazón blindado. Sueños pisados por el deber, promesas olvidadas, palabras que nunca dijimos y lágrimas que nunca mostramos. Olvidar el valor de la calidez de una sonrisa, la mano que te levanta del suelo preguntando si estás bien, carreras entre bulevares, días de lluvia jugando al escondite en el garaje, atardeceres en la piscina, el helado que se derrite, la pierna nerviosa que no deja de moverse en los exámenes, la mano aburrida que sostiene la cabeza de un niño que espera con ansia el sonido del timbre anunciando el recreo, pantalones rotos, corazones sanos. Medianoche, medialuna, amistad sin interés. Como si de una pesadilla se tratara, observas tu alrededor, todo ha cambiado, tu casa no es la que era, no hay rastro de calidez, observas a tus amigos y te das cuenta de que dejaron de serlo. Tu visión a cambiado, ahora eres una presa fácil. Mira los ojos de esa gente; perdieron su color. Mientras tu te sumerges en tu mundo solitario, los demás se preparan para la guerra, os han soltado en el campo de batalla, allí no hay amigos. La vida real muestra su cara, vacilante desde las sombras. Incluso los árboles saben que tu alma se está contaminando de esa tóxica y contagiosa enfermedad llamada sociedad. Desconfían, muestran su lado más arrogante para ocultar su temor, te estrechan la mano, te sonríen por obligación, y tu asustado, te das cuenta de que están intentando cogerte y pronto serás uno más.
  Con el paso de los años, te das cuenta que tu mejor etapa alcanzo a volar, como una luciérnaga que se esconde en invierno, pero esta vez, con la certeza de que no volverán, te aferras a tus recuerdos con nostalgia, pensando en si queda alguien que no haya sufrido dicha tragedia.

jueves, 13 de febrero de 2014

Rincones con dolor.

Que no os vendan París, como la ciudad del amor. Porque no hay nada más mágico que dormir junto a ti, despertar un minuto antes que tus ojos se abran, ver tu carita reír y observar el universo hundiéndonos bajo tus sábanas, fingir que estoy malherida para que me beses y juntos construir una fortaleza inquebrantable que se refuerza con cada caricia, comenzando por tu cuello y descendiendo hasta tus caderas. Tirar calendarios y regalar relojes, porque lo nuestro es incontable, ni rosas, ni caviar, que yo tiro hacía delante con media sonrisa.




Que no os comparen Roma con el alma en ruinas. Porque no hay nada más angustioso que verte marchar, viendo como la fortaleza que construimos se reduce a cenizas, ruinas, acompañadas de un desgarrador dolor, heridas invisibles, las más jodidas sin duda. 


 Que no os digan que Londres es la ciudad de la soledad. Porque no hay nada más solitario que caminar con el alma partida. En busca de la muerte o de algo de luz que me saque de este hoyo. Porque me calaste hondo, joder. Y ni la niebla consigue disimular que te llevaste todo y por dentro estoy vacía.


Que no os digan que New York es la ciudad de las oportunidades. Porque cuando tu corazón está lleno
de escarcha, tus ojos no tienen color, tus clavículas están frías, tu aliento congela toda la habitación y al mirarte al espejo te das cuenta de que llevas la palabra "fracaso" escrita a fuego en tu frente y al sonreír te duele, la falta de práctica y la fina capa de hielo que desprenden las comisuras de tus labios te hace volver al pasado y recordar que no había cita más bonita que su sonrisa y tu corazón se acelera, entonces recuerdas que no estás muerta. Que estás sufriendo y tu corazón no solo bombea sangre, también está malherido. Es cuando ves la luz y comprendes que la única oportunidad es acabar con todo.

Que no os digan que la vida es bella, porque sin ti el mundo es infierno, y el infierno el cielo.

(Amalia)





martes, 11 de febrero de 2014

Lejano Oeste

Dicen que el lejano oeste esta tejido sobre leyendas. Pueblos condenados a lidiar con la luna eternamente, privados del sol por un error que algún avaricioso ancestro cometió. El sheriff y su caballo que trotan junto la vía del tren para rescatar a su amada princesa, indios contra vaqueros. El aterrador caballero errante y su caballo sin alma desde hace tiempo, condenados a vagar con cada anochecer, sus dedos congelados que entregan pergaminos a los aliados y a los peones del mismísimo diablo.
Esperé, espere años desde que me dijiste que volverías a la quinta puesta del sol. Y aún sigo esperando, me recorrí el norte de punta a punta en tu espera, acabé en el oeste, pasé la vida entre andenes, las noches en vela con mi botella, jamás consumí un cigarro del todo para que supieras que aún me quedaban fuerzas para esperar, esperé hasta morir, esperé hasta en el infierno, me jugué la vida en causas perdidas, con plomo en los pantalones, caminando, esperándote en cada esquina de cada ciudad, esperar se convirtió en mi verbo preferido, angustiosa espera, venían los demonios hacía aquí, pero yo siempre fiel, esperando. Primero fue un rumor, mis huellas en la arena remarcaban mi existencia, el viento arrancaba poco a poco mis esperanzas. A veces, me atormentaba, me emborrachaba y no dormía, a veces sonreía. Y cada verano, el sol me traía noticias de ti, me decía que aún me amabas, y la luna asentía con su habitual frialdad. El tiempo se convirtió en mi aliado, y aunque la suerte me odiaba, el tiempo nunca dejo que yo cayera en el olvido. Me convertí en leyenda, no pude esperar eternamente, mi corazón era humano, aún amándote con una fuerza sobrehumana se rompió en pedazos. Al menos, mis acciones no caerán en el olvido y cuando vuelvas sabrás, que al menos lo intenté.

(Amalia)

domingo, 9 de febrero de 2014

Piel fría, corazón que quema.


Me pasaría los días y las noches en una azotea, preguntándome donde perdí la razón. Y tus ojos, clavados en mi espalda, que no me dejan dar un paso en falso, que me prohíben equivocarme y retroceder. Cada vez, más segura de que me controlan, de que pago por lo que hice, empezando por perderte. De cómo me traicionan el tiempo y la suerte.Yo arrastré las cadenas de vuestros errores, me tocó a mi sufrir por quince. Era tal el desgarro que no me quedaba otra, que acabar a las tantas en bares, intentando llenar el vacío que me quema, que me atraviesa el pecho lentamente, como si de una bola de fuego se tratase. Y soy de las que se niegan a perderte, que no puede evitar pedir un minuto de tregua, de vender mi alma por verte dormir.  Aún sabiendo, que soy engañada, que el alma no tiene dueño y teniendo todas las de perder. Llevo los labios rotos y agrietados por el frío hasta en otoño, en mis adentros siempre está nevando. Piel fría, corazón que quema. Y me pregunto, como las personas que se duermen en el autobús no se saltan su parada. Sabemos bien lo que nos falta. Mi ruina se acerca con tu caminar, y no puedo evitar sentir miedo. Esperando el día del juicio final mirando a la luna llena, sintiéndome vacía. Soy del norte, pero no me importaría perderlo contigo. 

(Amalia) 

viernes, 7 de febrero de 2014

Día 1048.

Dicen que ya nada es como antes.
Que no amanece,
que no anochece.
Que no hay café por las mañanas,
ni cerveza por las tardes.
Dicen que desde que nos separamos,
los árboles susurran con impaciencia (y angustia).

Será el viento, que los abraza violentamente.
Haciéndoles hablar (o gritar).

Dicen, digo (que más da)

O será que nunca apareciste,
y que fuiste un dulce sueño,
con un final de pesadilla.
Pero para ser tan irreal,
aún recuerdo tus clavículas,
salientes y amenazantes.
Y tu perfume dulce,
tentador (como el veneno).
Tus ojos vivaces.
Tu boca provocadora (e inocente).
Tus andares nerviosos (pero seguros).
Las noches con tus lujosos vestidos (sin tirantes).
Tus labios rojos,
mis ganas de pasar la vida entre tus brazos.

El vértigo que me producían tus tacones.

Pero lo mejor,
era el despertar.
Después de ver el sol ocultarse,
y toda una noche de expedición  (por tu cuerpo).
en mi mente quedaban grabados cada uno de tus lunares.
Bonitas puestas de sol se quedaban,
besándonos, atrincherados entre tus sábanas.

Prometiéndonos amor eterno.

He llegado al punto de rendición.
Después de vagar por el desierto,
pensando en el paraíso que perdí,
me acostumbre al eterno invierno.

Ay, cielo. Día 1048 desde que te perdí.


(Amalia)

miércoles, 29 de enero de 2014

Te escribo cada vez que anochece.

 Tan diferentes y tan similares.
Tu mirada cálida, la mía gélida. Tus ojos alegres y amables. Mis ojos tristes y heridos. Reflejabas ternura y confianza. Yo reflejaba dolor y orgullo. Tu eras un mar apaciguado. Y yo era una tempestad. Tu eras de amaneceres con café, días soleados, playa... Yo era de anocheceres con botellas de ron, de polígonos abandonados,días lluviosos, soledad... 
Y qué importaba. Si al decirnos te quiero ambos sentíamos el mismo cosquilleo. Tu lo llamabas mariposas, yo lo llamaba termitas. Que más da. Si al besarnos los dos queríamos más. Tu lo pedías con tu sonrisa, yo lo hacía con mi mirada. Y como era eso, de quedarnos hasta las tantas en la acera de enfrente, besándonos, abrazándonos, contándonos secretos que nunca verían más luz que la de la penumbra y aquella luz tenue de una farola fundida que nos acompañaba. Y por qué preocuparnos. Si nos amábamos, si tu mantenías al margen mis monstruos, mis inseguridades, mis deseos oscuros... Y por qué escribir esto. Porque te echo de menos. ¿Por qué si no? ¿Quién me va a hacer bien ahora que la función cerró su telón? ¿Quién va a mirarme como tu lo hacías? ¿Quién va a marcar mis latidos ahora que no estás? Si vuelves, llévate lo que dejaste. Un vacío enorme. Un vacío en el que si saltaría, me mataría. Pero no puedo. Y duele. 

(Amalia)